Desde el pasado 27 de marzo, no sé cómo empezar a escribir esta nota. Sé que quiero hablar de un ser querido, de alguien que me regaló muchas alegrías, que me brindó afecto y me hizo reír a carcajadas. Recuerdo su mirada, tierna y fiel.
A mi edad, la pérdida de un ser querido no me es cercana, pero la inesperada partida de mi querida Carval, mi hija canina, me duele mucho. Me siento peor cuando pienso que pude salvarla, pero también sé que ya nada puedo hacer ahora, debo dejar las lamentaciones.
En los días de descanso y reflexión por Semana Santa, estuve en casa viendo fotos y -claro- encontré a Carval y su hermano Marhun; imágenes de los viajes, en la casa, en la radio, en la hamaca… tantos momentos gratos...
Hoy sólo quiero decir: Carval, gracias por tu presencia y compañía.
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